La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha destacado repetidamente la conexión entre las emociones y la salud física, señalando que más del 90% de las enfermedades tienen su origen en aspectos emocionales. Esta perspectiva refleja la comprensión cada vez mayor de que el bienestar emocional es fundamental para la salud general de una persona.
Un informe de la OMS indica que "las emociones tienen un impacto significativo en el cuerpo humano y pueden afectar a sistemas clave como el sistema inmunológico, cardiovascular y endocrino". Esta declaración subraya cómo las emociones influyen directamente en la función de sistemas biológicos críticos para la salud.
Instituciones de renombre mundial, como el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) de los Estados Unidos, respaldan esta noción. El NIMH ha afirmado que "el estrés crónico puede afectar negativamente al sistema inmunológico, el sistema cardiovascular, el sistema neuroendocrino, y causar cambios en el cerebro que pueden tener consecuencias a largo plazo para la salud física y mental".
Además, la Asociación Psicológica Americana (APA) ha destacado que "el estrés prolongado y las emociones negativas pueden contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas y otras condiciones de salud". Esta posición apunta a la importancia de abordar las emociones y el estrés como parte integral de la atención médica y el bienestar general.
En conjunto, estas instituciones respaldan la idea de que las emociones desempeñan un papel crucial en la salud, y reconocen la necesidad de abordar tanto los aspectos físicos como emocionales para promover un bienestar completo. La comprensión de esta conexión entre las emociones y la salud es fundamental para abordar eficazmente las enfermedades y promover un estilo de vida saludable y equilibrado.